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Mensaje de Yom Yerushalaim Jerusalem como ideal y en su realidad


Queridos amigos:

“Jerusalem” es y ha sido desde su creación hace 3000 años una fuente de inspiración para todo Occidente. Jerusalem, como concepto, refiere a cierto ideal de sociedad; a un estado de armonía y de paz; de progreso, prosperidad y esplendor. Greg Lake, el cantante, compositor y guitarrista de Emerson, Lake & Palmer, musicalizaba en su canción “Jerusalem” el poema de William Blake:

“I will not cease from mental fight, No dejaré de pelear en mi espíritu

Nor shall my sword sleep in my hand Ni mi espada dormirá en mi mano

Til we have built Jerusalem Hasta que hayamos construido Jerusalem

In England's green and pleasant land En la tierra verde y agradable de Inglaterra”.

“Jerusalem” es para Lake rectitud, bondad, bien – y es eso a lo que aspira el compositor en su amada Inglaterra: perfeccionar las bondades inglesas hacia el ideal que Jerusalem propone.

Del otro lado del Océano Atlántico, Carly Simon cantaba a la “New Jerusalem” en su composición “Let the river run”:

“Let the river run Deja correr el río

Let all the dreamers deja que todos los soñadores

Wake the nation despierten a la nación

Come, the New Jerusalem Ven: la nueva Jerusalem”,

donde “Jerusalem” señala a una nueva Tierra Prometida de esplendor y crecimiento; una heredad que se conquista con el esfuerzo y el trabajo de los muchos, “elegidos” para la misión.

El pueblo judío fue el primero en cantarle a Jerusalem, con una profunda melancolía y con el deseo de retornar a la Ciudad fundada por el Rey David. Cuando el Primer Gran Templo había sido destruido y los Hijos de Israel fueron exiliados forzados en Babilonia, ellos lloraron por su Capital desde las márgenes de los ríos de la Mesopotamia babilónica, componiendo el bello y conocido Salmo 137:

“Junto a los ríos de Babilonia,

Allí nos sentábamos, y aun llorábamos,

Acordándonos de Sion.

Sobre los sauces en medio de ella

Colgamos nuestras arpas.

Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos,

Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:

Cantadnos algunos de los cánticos de Sion.

¿Cómo cantaremos cántico de Dios

En tierra de extraños?

Si me olvidare de ti, oh Jerusalén,

Pierda mi diestra su destreza.

Mi lengua se pegue a mi paladar,

Si de ti no me acordare;

Si no enalteciere a Jerusalén

Como preferente asunto de mi alegría”.

“Jerusalem” no se trataba para el pueblo judío de antaño de una idea o una utopía: era la concreta y física capital política, gubernamental, militar, legislativa, espiritual y religiosa de ese mismo pueblo que la había nombrado en su Biblia… ¡670 veces! Cuando el Salmo narra acerca del llanto de los judíos por su Capital perdida, no se refería a algo figurativo: ellos lloraban cotidianamente por esa Jerusalem que era el centro de toda su vida nacional, desterrados por la fuerza y confinados al exilio. Era un llanto que demandaba, a la vez, la visión y las acciones para el retorno físico a Jerusalem: para su futura reconstrucción – lograda, progresivamente, apenas 50 años más tarde de esa primera destrucción.

Fue después de la destrucción del Segundo Templo en el 70 de la era común y en la posterior caída de Beitar – con la final derrota de Bar Kojvá – en el 135 que los Hijos de Israel fueron expulsados de su capital histórica, a la que retornaron una y otra vez durante 17 siglos de otras matanzas y expulsiones. Y fue finalmente, en la liberación de la ocupación jordana el 7 de junio de 1967, 28 Iyar 5727, que el pueblo judío recobró la posibilidad de reconstruir Jerusalem – mundana, nacional, y espiritual – honrando a sus lugares más sagrados en la Capital reelegida por el renacido Estado de Israel en su fundación del 14 de Mayo de 1948, 5 de Yar de 5708.

Jerusalem es una imagen, una esperanza, un sueño utópico para Occidente… y es, al mismo tiempo, una realidad nacional, redentora, cotidiana para el pueblo judío. Esta lectura diferente de la “Jerusalem” ideal y la Jerusalem real crea una brecha, marcada por incomprensiones y demandas desde razonables a descabelladas… Quizás sea precisamente ésta la razón por la que le es tan difícil a Occidente entender, valorar y apreciar al pueblo judío en su realidad de nación restaurada en una Jerusalem presente y real: la Jerusalem de piedra, de sol, de entrega, de profunda alegría… y de tremendos dilemas.

Esa Jerusalem combina poblaciones étnicamente diferentes, religiones entrelazadas, historias superpuestas en períodos sucesivos… y le da cauce a un pueblo que se reencontró con su alegría de vivir, con su energía más creativa en la reconstrucción de su existencia nacional en la Tierra de sus antepasados y en su Capital – que hoy festejamos: Jerusalem.

Celebremos hoy a Jerusalem; celebremos hoy la libertad de caminar por sus calles, reconocer sus aromas y volver a elevar sus dinteles. Y sintamos en ese festejo la alegría y emoción de cientos de generaciones que imaginaron, ensalzaron en sus poemas y cantaron a Jerusalem en sus canciones, y que ahora, sobre nuestros hombros, ingresan a sus estrechos pasajes y sendas.

¡Yom Yerushalaim Saméaj!

¡Jazak ve'ematz!

Rabino Carlos A. Tapiero

Vice-Director General & Director de Educación

Unión Mundial Macabi

Foto provista por el Rabino Carlos A. Tapiero

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